Es movimiento. Es luz. Es ida y venida interminable. Es multitud. Y a la vez, soledad. Es sentirte en el centro de una mirada que no es tuya. Es el aleteo de una golondrina por la tarde. Es la tristeza de un ave que no vuela más, que no mira más, que no respira más. Es la sensación de unos labios húmedos, adheridos a un torrente de sentido. Es la voz de un tenor. Es el mugido marino e inteligente de una ballena. Es la estrella que surge triunfante entre las nubes de una tormenta de verano. Es la cabeza de un decapitado más del narcotráfico, que nos mira sin voluntad, pero con un profundo reclamo por nuestra omisión culpable. Es el llanto del niño pequeño que por primera vez pisa una escuela, soltando la mano de su madre. Es una película conmovedora. Es un buen trago de vino. Es una madrugada en el mar cálido de un abrazo. Son mis pasos, haciendo ruido lentamente en los charcos de mi ciudad. Es mi imagen en un espejo. Es el tráfago de una historia: siempre igual y siempre distinta. Y cada mañana, con mi cara cincelándose nueva en la regadera, poner atención a la mazorca de mi vida, que crece silenciosa, que germina, y que avanza sin remedio hacia mi propia cosecha. No olvidarme de quién soy. No olvidarme de aquel que quiero ser. Es la vida.
lunes, 8 de octubre de 2007
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