El otro dìa andábamos en la calle, después de comer chiles rellenos en el mercado de Santa Tere. Vacaciones de ver mucho y comprar poco, pues el carro se puso chipilón y se nos acabó lo previsto para pasear y gastar. Así que cambiamos Cuernavaca por Guachimontones, y el solarenaymar de la playa por el solasfaltoysmog del centro de Guadalajara. Un poco frustrados por no tener más que para las nieves, Lucía se detuvo con una "María" a ver aretes de los que se venden en tiradero. La marchanta dormía con la cabeza reposando sobre su barbilla, mientras amamantaba a una criatura de cejas pobladísimas y cabello escaso por culpa de la alopecia.
Con ese sol de las tres, que a causa del cambio de horario devino sol de las cuatro, no había forma de huirle al calor. Aretes de a 30, de a 20 y de a 10. Al final, no compramos nada, pero me robés la sonrisa de esta mujer.
¿Cómo sonreír con tantas posibilidades en contra? ¿Cómo no sentir un resentimiento feroz contra todo y contra todos, cuando nadie tiende una mano? En la sonrisa amable de esa mujer se adivina que hay más vida en el mundo, latiendo en los corazones, de la que uno se espera leyendo las noticias. Y hay más vida en esta gente sencilla, que la que se predica desde púlpitos, congresos y altares.
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